¿Existe la “adicción” a la marihuana?
Existe la creencia de que la marihuana “no genera adicción”. Si bien muchas personas pueden consumir sin desarrollar dependencia, un porcentaje significativo presenta uso problemático con tolerancia (necesitar más para sentir lo mismo), abstinencia (irritabilidad, alteraciones del sueño, disminución del apetito, sueños vívidos) y pérdida de control (querer reducir y no poder). Cuando el consumo pasa a ser prioritario, desplaza actividades, afecta el ánimo y complica estudios, trabajo o vínculos, estamos ante un cuadro que merece atención.
Mitos y realidades
- “Es natural, entonces es segura.” → Natural no es sinónimo de inocua. Café, alcohol y tabaco también son “naturales”. Depende de dosis, frecuencia, potencia y contexto.
- “Solo me relaja, no hace daño.” → A corto plazo puede aliviar ansiedad; a largo plazo, el uso diario puede aumentarla en algunas personas y afectar motivación, memoria y atención.
- “Puedo dejar cuando quiera.” → Muchas personas lo logran; otras encuentran dificultades reales por síntomas de abstinencia y hábitos asociados al consumo.
- “La marihuana medicinal prueba que es buena para todos.” → El uso terapéutico es distinto: dosis, formulaciones y indicaciones médicas específicas. No justifica un consumo recreativo problemático.
Señales de uso problemático
- Frecuencia y prioridad: consumo diario o casi diario; organizar el día alrededor de fumar o vapear.
- Tolerancia y abstinencia: necesitar más para el mismo efecto; malhumor, ansiedad o insomnio al dejar.
- Impacto funcional: retrasos, faltas, postergación crónica, bajo rendimiento.
- Aislamiento: preferir consumir a salir o ver a otros; pérdida de intereses previos.
- Autojustificación: minimizar problemas, culpar al entorno, “prometer” que se reduce y no sostenerlo.
Efectos y riesgos
El tetrahidrocannabinol (THC) es el principal responsable de los efectos psicoactivos. Presentaciones actuales (concentrados, dabs, vapes) pueden tener alta potencia, lo que aumenta el riesgo de ansiedad, pánico, alteraciones perceptivas y deterioro atencional. En predisposición biológica, consumos intensos y precoces se asocian a mayor riesgo de síntomas psicóticos. Conducir bajo efectos del cannabis deteriora reflejos y atención dividida. En adolescentes, el uso frecuente se asocia a dificultades en memoria de trabajo, motivación y rendimiento escolar.
Formas de consumo y combinación con tabaco
Fumar, vapear y comestibles tienen perfiles distintos. Los edibles tardan más en hacer efecto, lo que facilita sobredosificar. Vapear concentrados puede implicar dosis elevadas de THC en poco tiempo. Combinar marihuana con tabaco añade dependencia a la nicotina y riesgos respiratorios; además, el tabaco se convierte en “puerta de entrada” para recaídas incluso cuando se deja el cannabis.
Marihuana medicinal vs. uso problemático
El cannabis medicinal puede ser útil en indicaciones puntuales, con formulaciones controladas (relación THC/CBD, dosis y vía). Aun en esos casos, la pauta se define junto a profesionales y se revisa periódicamente. Si el uso “medicinal” deriva en aumento de dosis, consumo fuera de indicación o interferencia con la vida cotidiana, conviene reevaluar el plan.
¿Cómo se trabaja el cambio?
El tratamiento no es una receta única; se personaliza según la historia, los objetivos (reducción o abstinencia) y el contexto. Los pilares con mejor sustento incluyen:
- Entrevista motivacional: ordenar motivos para cambiar y definir metas posibles.
- Terapia cognitivo–conductual: identificar disparadores (lugares, personas, emociones), trabajar pensamientos que sostienen el uso (“me calma”, “me ayuda a dormir”) y entrenar habilidades para postergar, tolerar y reemplazar.
- Higiene del sueño: rutinas estables, luz y pantallas controladas, ejercicio y estrategias de relajación no farmacológicas (respiración, relajación muscular, lectura en papel).
- Plan de hábitos: agenda con bloques de estudio/trabajo, actividad física y espacios sociales sin consumo.
- Acompañamiento familiar: límites que cuidan, comunicación clara y acuerdos prácticos (por ejemplo, no consumir en casa, horarios, responsabilidades).
Plan de 14 días para “resetear” hábitos
Una propuesta simple para empezar hoy (adaptala a tu realidad):
- Día 1: definir meta (reducción o abstinencia) y escribir tres motivos personales. Contar a una persona de confianza.
- Día 2: limpiar el entorno: descartar parafernalia, bloquear contactos y rutas gatillo. Preparar té o snack como “sustituto” de la mano-boca.
- Día 3: Diario de impulsos: anotar cuándo, dónde y qué sentías antes del impulso.
- Día 4: sueño: fijar hora de dormir y despertar; 60–90 minutos previos sin pantalla.
- Día 5: actividad física suave (20–30 minutos) para modular ansiedad.
- Día 6: dos bloques de foco (25–50 min) con celular fuera de vista; pausa breve entre bloques.
- Día 7: revisar avances y ajustar. Recompensarte de forma saludable.
- Día 8: mapear disparadores sociales (amigos/lugares). Proponer planes sin consumo.
- Día 9: practicar una técnica de respiración (exhalación larga 4–6 min) cuando aparezca el impulso.
- Día 10: preparar respuestas automáticas (“hoy paso”, “estoy con otro plan”) para ofrecer alternativas.
- Día 11: cocinar algo nutritivo; mente y cuerpo regulados deciden mejor.
- Día 12: crear un “kit anti-impulso”: lista de 5 acciones físicas breves (ducha, caminar, estiramientos, música, agua fría).
- Día 13: revisar sueño y pantallas; reforzar lo que funcionó.
- Día 14: consolidar 3 reglas personales para las próximas 2–4 semanas.
Adolescentes y jóvenes
La etapa de desarrollo cerebral hace a los adolescentes más sensibles a los efectos del cannabis en atención, memoria y motivación. Señales de alerta: descenso escolar, irritabilidad, cambio de grupo, dormir en exceso y abandonar intereses. La intervención se centra en psicoeducación, habilidades para manejar presión de pares, alternativas de ocio y límites claros y consistentes en casa (acordados con adultos de referencia).
¿Y si siento ansiedad o no puedo dormir?
Es común usar marihuana para calmar ansiedad o dormir. A corto plazo puede ayudar, pero a mediano plazo el cuerpo se acostumbra y empeora el rebote del sueño y el ánimo sin consumo. Por eso trabajamos estrategias no farmacológicas y, si hace falta, evaluamos tratamientos específicos para ansiedad o insomnio con profesionales. Tratar el motivo de fondo reduce el riesgo de recaer.
Rol de la familia: sostener sin encubrir
Acompañar no es “mirar para otro lado” ni resolver consecuencias permanentemente. Es acordar límites (no consumo en casa, horarios, responsabilidades), ofrecer escucha y encauzar hacia ayuda profesional. También es importante que la familia se cuide: descanso, rutinas y espacios propios para no agotarse.
¿Cuándo pedir ayuda?
Si el consumo afecta tu ánimo, estudio/trabajo, relaciones o salud; si hay síntomas de abstinencia al intentar reducir; si la motivación cae y te cuesta salir del bucle, pedir ayuda es un acto de cuidado. En Sanación Interior evaluamos tu situación, definimos metas realistas y armamos un plan personalizado (reducción o abstinencia) con seguimiento para prevenir recaídas.
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